Seguirle la conversación a Carlos Cavagnaro no es una tarea sencilla: cada historia está acompañada por varias anexas y la mención de un nombre puede ser la fibra que dibuje distintos árboles genealógicos. Cavagnaro es algo así como el hombre de las infinitas anécdotas. Y un detalle no menor: cada una de ellas es jugosa y placentera de escuchar. Para presentarlo alcanza con enumerar alguno de los hitos del nacido en Necochea hace 78 años: tiene el récord mundial de ser el entrenador más joven en un equipo de Primera División y data desde que dirigió a Argentinos Juniors con 22 años en 1969; habla 5 idiomas; tiene el título de maestro mayor de obra, de técnico de fútbol y de referí; dirigió partidos en más de 100 países; tuvo de "chofer" a Juan Manuel Fangio; y tal vez sea el cliente más antiguo del histórico bar La Biela. “Soy un Recoleto desde la década del 60', este lugar es como mi oficina”, le dice Cavagnaro a Clarín.
Como no podría ser de otra manera, contar la vida de Cavagnaro también es una misión difícil, por eso conviene viajar desde el pasado al presente. “A mí el futuro me persigue; siempre fui un creativo, un bohemio”, se confiesa. Y aclara: “Todavía me siguen llegando ofertas para dirigir, pero ya estoy retirado”.
La infancia
“Nací en Necochea en 1946. Mi papá fue un solterón hasta que a los 45 años conoció a mi mamá, que había enviudado y que tenía tres hijos. Una particularidad: papá tenía 10 hermanos y ninguno tuvo hijos. En el pueblo teníamos una empresa constructora de frentes y un almacén de ramos generales. En Necochea pasaba mis días entre la escuela, las empresas y el club de fútbol. A los 13 años empecé a insistir en mi casa con que quería ser maestro mayor de obra y por eso me mudé a Buenos Aires para estudiar. 'Se va un hombrecito', dijo mi viejo al despedirme”.
Buenos Aires
“Viví en una pensión en Devoto en la que alguna vez había parado un tío. Se suponía que tenía que estar anotado en el Otto Krause, pero cuando llegué no estaba mi inscripción. Pregunté a dónde podía ir y así fue como caí en la Escuela Técnica Ingeniero José Luis Delpini, que me cambió la vida. Todos ahí me tomaron mucho cariño porque no podían entender que un chico de 13 años haya ido solo a anotarse”.
Vélez Sarsfield
“En Necochea lo único que hacía era jugar a la pelota, pero nunca me destaqué: tenía personalidad. Una tarde fui a Vélez porque entrenaba la Selección argentina y justo estaban haciendo una prueba en Inferiores. Me metí de cara dura. Se ve que los hice reír a los tipos y me dejaron probar. Ahí arranqué a jugar. Estudiaba en el colegio a la mañana y a la tarde me iba al club, por lo que me empecé a hacer conocido de todos. Un día faltaba uno para entrenar con la Primera y me dijeron de sumarme. Hicimos fútbol y me largué a dar órdenes a mis compañeros, a los que ya conocía de la pensión. Eso llamó la atención”.
Tiempos de espía
"Me pasaba todos las tarde en Vélez y me relacionaba con los futbolistas y con los entrenadores. Una tarde fui a ver a Huracán-Boca, y el Globo era rival de Vélez a la fecha siguiente. El técnico nuestro era Roberto Sbarra y me pidió que le cuente de Huracán. Le dije todo lo que había visto. Al rato llegó Carmelo Simeone, que jugaba en Boca, y explicó lo mismo. Ahí dejé de jugar y Sbarra me utilizó de espía: tenía 16 años. Después trabajé con Victorio Spinetto y con Jorge Ruiz. Luego me quedé sin nada y volví a Necochea. Una tarde fui a ver un amistoso de Platense, que estaba en la ciudad, me encontré con Antonio Faldutti y me llevó a trabajar para él en el Calamar. Más tarde pasé a Argentinos con Roberto Resquin y con Ricardo Trigilli, quien cuando se fue les dijo a los dirigentes que me pongan a mí".
DT a los 22 años
“Siempre fui como un marciano porque no era común que un chico hable todo el día de fútbol y que se interese por cuestiones tácticas. Con 22 años me dieron el primer equipo de Argentinos y es récord mundial, no solo del país. Pasé a dirigir a futbolistas con los que yo jugaba a las figuritas en Necochea, como Roberto Puppo. Hice debutar a José Pekerman, que cargaba garrafas de gas con el padre, y a Horacio Cordero. También llevé de la Cuarta de Boca a Omar Larrosa. El primer partido (23 de febrero de 1969) fue contra River, en cancha de Atlanta, y perdimos 2-1 con goles de Daniel Onega y Óscar Más".
México, primera parada internacional
“Me invitaron a un congreso internacional de entrenadores y el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México me fichó para que coordine todo el fútbol. Tenía a cargo a 12.500 jugadores y 200 entrenadores. Me fue bien porque firmé un lindo contrato. Cuento un secreto: cuando gané poca plata, gasté el 75 por ciento de mi sueldo y ahorré el 25; cuando gané mucho, ahorré el 75 y gasté el 25. No hay más misterios que ese. Lo difícil del dinero es hacer el primer montón. Después hay que saber cuándo desprenderse de los dólares y cuándo no”.